12/02/2008

A Fuentes

Hace mucho que no escribo y, sin duda, hay cosas que agregar, escribir y contar antes que esto, pero con el asunto del homenaje a Carlos Fuentes no ha pasado un día, desde hace como 10 en que no recuerde al despeinado maestro en la serie del Espejo enterrado.

Para los "fans" igual y no es ninguna referencia conocida, pero para los "enfermos" de Fuentes es, o debe ser, un recuerdo inolvidable. El libro por sí mismo es una maravilla que me iluminó muchísimo cuando lo leí, hace unos 10 años, más o menos. Y la serie en video es una joya que me encantaría tener en casa para, en momentos como estos, homenajear a Fuentes volviendo a ver sus pelos sueltos en cada cortinilla.

Cuando leí el libro y vi esos videos ya había tenido el gusto de leer La región más transparente y Aura (todos amábamos Aura). Por lo tanto mi obsesión Fuenteana ya había comenzado, sin embargo, no fue sino hasta El espejo enterrado, que me enamoré de él. Con ese libro entendí de dónde vengo y también, en recientes fechas, por qué no estamos en el camino que nos gustaría. Con sus videos conocí más del país, de la vida como mexicano, de la frustración y la riqueza que implica la mexicanidad.

A 80 años de su nacimiento, Fuentes sigue siendo uno de los grandes de nuestra cultura, pero, en mi opinión, es grandioso por lo que nos ha llevado a descubrir de nosotros mismos, más allá de su literatura.

Les comparto la entrevista de Reforma que logró emocionarme con la celebración


Entrevista / Carlos Fuentes / 'No quiero repetir los éxitos del pasado'

Por

Silvia Isabel Gámez



(26-Nov-2008).-

A Carlos Fuentes, no todos lo festejan. "Por fortuna, tengo algunos enemigos", ríe. ¿Nombres? "No, never".

Agradecido y contento por el homenaje nacional que recibe por sus 80 años de vida, los 70 amigos participantes y las 6 mil 200 personas que reunió en el Auditorio Nacional, destaca que en estos días se haya dado una celebración de la cultura.



Es usted una gloria nacional.

Mire, el año entrante estaré en Londres escribiendo y ya ni quien se ocupe de mí. Es una fiesta, pero no marca mi existencia, mi derrotero ni mi porvenir. Tengo muchos libros iniciados por delante y es a lo que me quiero dedicar, no a celebrarme a mí mismo, ¡por Dios!


Lejana está la epifanía que sintió a los 17 años, excitado, feliz, frente a uno de sus primeros cuentos.

"Eso no se repite nunca. Lo que hay es un goce profesional, pero siempre novedoso. En la escritura debe haber un elemento de peligro, de audacia; si no, se escriben libros de cajón. He querido exponerme siempre al siguiente desafío. No quiero repetir los éxitos del pasado".


¿Ha matado muchas páginas?

Uno está obligado a corregir y matar páginas, y a mandarlas al basurero, y a ser estricto con uno mismo. A veces, uno no lo es porque se enamora de la página, eso es malo, me doy cuenta, pero es inevitable.



De no haber optado por la literatura, ¿qué destino le habría gustado vivir?

Yo era discípulo de un gran maestro de derecho del trabajo, José Campillo Sainz, tenía 22 o 23 años, y me ofreció un puesto de representante de la OIT en México. Ese momento decidió mi destino porque me dije: no quiero ser abogado, quiero escribir. Y quién puede ser ese joven. Miguel de la Madrid. Pude haber llegado a Presidente si sigo ese camino. No sé cómo le hubiera ido al País.



Pagó de joven, con una úlcera, su lucha contra la página en blanco, ¿qué otra enfermedad le ha dejado ser escritor?

He tenido enfermedades cardiacas, tengo que tomar pildoritas y cuidarme, pero estoy bien porque me supe educar a tiempo para tener a mi edad una buena salud. No fumo, no bebo... y tomo mis pildoritas.



¿A qué edad fue eso?

Cuando me casé con Silvia (Lemus), tuve hijos y no quise arruinar la vida de nadie con mis pequeños vicios. Todo eso lo dejé en nombre de mis hijos, para ser un mejor papá.



En sus novelas maneja con gracia las "malas palabras". En la vida diaria, ¿qué lo mueve al insulto?

La maledicencia, la traición, la cobardía, la insinceridad, son las cosas que me encabronan.



Jesús no sólo redime al hombre, ha escrito, sino también a Dios Padre, a quien salva de su fama cruel. ¿Es Jesús la figura de la Trinidad de quien se siente más cercano?

Creo que es la figura real, que caminaba sobre la tierra, no sé si es Dios o fue una figura histórica extraordinaria. En México, siempre lo he dicho, hasta los ateos somos católicos, porque participamos de una religión que ha durado miles de años, más que cualquier ideología política, y aunque uno no sea religioso o creyente, hay que preguntarse por qué ha sucedido esta permanencia, qué le dan las religiones a los hombres. Yo me lo pregunto, no estoy convencido de la respuesta; ojalá la encuentre, pero no lo creo.



¿Es usted un hombre religioso?

De una manera vaga, en el sentido de que mi fe en la literatura es casi una religión para mí, mi fe en la amistad y en el amor. No sé si eso es religión, pero es devoción.



¿Cuáles eran sus juegos de niño?

Yo crecí primero en los Estados Unidos, donde no sé por qué me encantaban las canicas. Las coleccionaba, y también tarjetas de chicles americanos con retratos de los jefes indios de Estados Unidos. Son manías que uno tiene de niño.



¿Era bueno con las canicas?

Bastante bueno, apuntaba bien.



¿Por qué no aprendió a manejar?

Soy disléxico, puedo causar grandes problemas. Cuando estudiaba en Suiza me sucedieron un par de accidentes y la policía me dijo: vamos a decirle a Interpol que usted no debe manejar. No manejé nunca porque el problema era la dislexia, tomaba el camino equivocado. En honor a la ciudadanía, me retiré.



¿Sigue en pie su proyecto de novelar el último día de Zapata?

Es mi próximo proyecto. Pienso documentarme mucho en la universidad, visitar Morelos y llevar adelante ese viejo proyecto, que acaricio mucho. Se llamará Emiliano en Chinameca.



¿Continúa haciendo trabajo de campo, como cuando escribió La Región Más Transparente?

Con este trabajo de Zapata tengo que hacerlo, con La Voluntad y la Fortuna no tenía que moverme de mi escritorio porque todo lo sabía o lo imaginaba, pero a veces hay que ponerse huaraches y salir por ahí.


Así lo dijo

"Uno debe tener mucho miedo al escribir. No es un acto natural como comer, o hacer el amor, es en cierto modo un acto contra natura. Es decirle a la naturaleza que no se basta a sí misma, que necesita otra realidad, la imaginación literaria".

Carlos Fuentes

Escritor