9/30/2009

Yo

Soy un ser traído de Marte que come chile y toma mate; un extraterrestre al norte y al sur del Ecuador. Todos somos latinoamericanos, pero no somos iguales y esas diferencias a veces calan en lo más hondo. Soy la primera en mi familia en haber nacido en México; el resto son de Uruguay, y allá se mantienen la mayoría.

Ahora, si me lo preguntas, de entrada me defino mexicana, aunque en la práctica se nota que una parte importante de mi identidad se encuentra ese pequeño país del sur. Quizá como me siento dividida, diferente, extraña, aunque siempre tuve amigas, nunca tuve una especial; la mejor, que me acompañara por más de una temporada de mi vida. Creo que es debido a esto que, desde muy chica, acudí a los libros en busca de llenar el vacío de esa intimidad con otro tipo de amigos.

Sin embargo sería mentir el decir que mi romance con la palabra ocurrió a consecuencia de esto. Desde que aprendí a hablar nunca pude parar y a la fecha me recuerdan continuamente que paso más tiempo con la boca abierta que cerrada.

Creo que por ávida lectora me enamoré de la humanidad, pero no de los humanos. Mi primer gran affaire fue, probablemente, con La historia sin fin de Michael Ende. Por dos semanas no pude soltar el tomo que me hizo volar y conocer nuevas tierras. Desde entonces he leído y leído, siempre recordando lo que cada uno de esos libros me hizo sentir, aunque por momentos olvide las historias que contienen.

Soy una persona narrativa, con oído dulce y musical, por lo que por momentos, al tomar una pluma, me salen las rimas muy natural, aunque a veces preferiría evitarlas.

De adolescente me consideraba genial. Creo que más por ignorante que por soberbia. Hoy me siento en proceso de evolucionar. Con muchas opiniones, sin mucho que decir; por paradójico que esto suene.

En la primaria y en la secundaria yo era de las matadas; de las come libros; de las estudiosas amantes de las plumas y el olor a papel. En la carrera, Letras Hispánicas en la UNAM, también fui ratón de biblioteca, siempre leyendo, escribiendo… Obtenía lo que quería a base de trabajo, de esfuerzo, nunca perdía.

Y confieso que hasta hace poco ése era mi miedo más profundo: fracasar. Y no fue sino hasta que fracasé que decidí cambiar y reordenarme. Todavía me encuentro un poco aturdida por ese golpe, un poco confusa sobre la dirección que debo tomar.

No sé si es mi trastorno bipolar, mi norte-sur, mi identidad dividida, que me ha guiado en este viaje; pero hoy siento que este fracaso a la larga me dará las bases para tener un principio mejor.

No creo en Dios, aunque respeto a quien lo hace. No reflexiono sobre la existencia de aliens ni tengo un altar lleno de ídolos intelectuales.

No soy sabia ni un libro de referencias ejemplares, aunque tampoco ingenua y blanca, ni tan rebelde y despreocupada como en realidad me gustaría ser.

Creo en el trabajo duro, en la crítica, en la justicia y en levantarse. Creo en la honestidad, la música y las artes. Creo en la humanidad, pero no en los individuos que la componen.

Estoy amargada pues aunque el mundo es fantástico, la mayoría de la gente es una mierda; y aunque eso me aísla y me vuelve solitaria, me hace también más analítica y menos conformista.

Me emociona que hoy el planeta sea diminuto y podamos conocer gente que se encuentra en otro continente; me encanta la sensación de tomar un libro y no poder dejarlo; amo bailar y escuchar música, cocinar, coser, comer y cuidar a mis plantas.

Estoy estancada en un estilo, en una forma, y busco moverme, transformarme.
Estoy en un punto crítico: cambiar o morir. Usar el fracaso para superarme, ser autodidacta y seguir la filosofía del Do It Yourself. Avanzar, empatizar, entender. Dejarme doler para comprender, para ver, para sorprender-me con la materia de la vida.

9/28/2009

Soy narrativa



Soy crónica de largo aliento, narrativa por elección y por convencimiento. Busco contar cuentos, dar giros, anudar cabos sueltos, cerrar historias, plantear argumentos.

Soy mujer de novelas, de sagas y distancias, de páginas y páginas, de capítulos varios. Soy verbo imaginado, sustantivo preciso, adjetivo entregado; anécdota y escena; personaje y punto climático.

Soy letra erótica de puntuación intensa, alejada de romances estilísticos y versos enamorados. Soy carne viva de agitación y sentimiento, con un presente y un pasado, con un contexto bien ilustrado y un significado claro.

Soy todo menos poesía, tan breve, tan críptica, tan escurridiza. Mi idioma no entiende de tantas metáforas y alegorías, sin los argumentos propios de la narrativa.

Me gustaría saber apreciar las gracias del verso, la elegancia de la rima, lo exquisito sin contexto, pero no tengo la clase o el sustento. ¿O es que las aliteraciones de tu conducta poema, han cansado a mi oído de prosa periodiquera?

Por eso, como nota de diaria, cual efervescente relato, busco la conclusión a esta unión antinatura que habíamos comenzado. Porque, aunque mi historia de puesto, cruda y directa como la sangre y el sexo, con todo mi cuerpo te deseaba en carne y verso, ya me he dado cuenta de que no podré aprehender tu lengua métrica en mi piel de historias callejeras y que no llegará el momento de cerrar el relato que en mi cabeza he abierto, pues tu poesía no ha dejado cabos sueltos.

A la gente en la calle...

A los hombres:
1. Sí, soy mujer y tengo busto, ¿nunca habías visto un escote? Mirarme los senos fijamente es de mala educación, ¿comprendes?

2. Que vaya sola no significa que esté buscando quién me acompañe, no le hagas al menso.

3. Si te volteo a ver en repetidas ocasiones con cara de miedo no te estoy extendiendo una invitación para que me saludes, así que circulando...

A las mujeres:
Si tienen hijos varones pequeños, por favor, no los agarren a madrazos en la parada del camión, no les jalen el pelo ni les digan inútiles, en general, pero menos en público. ¿Cómo esperan que no creazcan para ser unos cobardes con esos tratos? La humillación pública es difícil de olvidar.

A la gente en general:
1. Sí, soy mujer y me gusta hacer guitarrita de aire cuando escucho música, ¿algún problema?

2. Si canto un poquito mientras camino, no significa que esté loca, no es mi culpa que no conozcas a The Who y por eso llame tanto tu atención mi grandiosa interpretación.

3. Los de los carros, por amor al Ñor, NO SE PAREN EN LA LÍNEA PEATONAL, y mucho menos me la armen de jamón cuando reclamo por tener que cruzar por los coches, no sean ignorantes y majaderos.

***Al resto del mundo, amo Insurgentes, amo caminar sólo por caminar, amo ir al parque... y no, no estoy peda, sólo ando de buenas :D

Una parte de la hormona

Ayer descubrí que sólo los parques calman mi temible reacción hormonal ante todo, TODO, lo que se me ponga enfrente. Sólo ahí me aguanto a mí misma, porque últimamente me caigo fatal.

Desde que dejé mis pastillas, para hacerme unos estudios, cada día me siento más descontrolada. Es como en el video de Depeche Mode que sale el tipo al volante, pero no puede manejar porque está todo atado y trae una máscara y entonces no ves cómo se retuerce de sufrimiento. Yo voy en el carro, pero son mis hormonas las que tienen el control de todo y la verdad que las hijas de la chingada me hacen reaccionar siempre de la manera más inesperada.

De entrada, desde fines de la semana pasada, tengo mucho que hacer y NADA de concentración. Es como si fuera un escuincle con déficit de atención o ese sindrome para el que les dan pastillas en un intento de volverlos aplicados e inteligentes. Yo nada, no puedo con NADA y no me gusta empastarme y hasta cuando me he empastado, la neta que los fármacos le hacen cosquillas a mis secreciones hormonales.

Tengo mucho que escribir y puedo darle la vuelta 500 veces a una oración sin encontrar lo que quiero decir o cómo decirlo. ¿Leer? Olvídenlo, mis lecturas de la tesis me tienen con la sensación de que la mala vida me hizo perder parte importante de mi materia gris, soy como un hámster, cero razonamiento complejo. Ah... leer por placer, no pues tampoco, no logro seguirle el hilo a nada, después de 15 minutos con un párrafo me doy cuenta de que: a) no estoy leyendo, o b) estoy leyendo, pero no procesando.

Despierto temprano, a la mitad de la noche y no, no estoy cansada, simplemente estoy ansiosa, dándole vueltas en la cabeza a cualquier cosa: por qué no se ponen rojos mis jitomates, hay que comprar tortillas, tengo que llevar un recibo, NO OLVIDAR PRESENTAR IMPUESTOS. Que si el llanto del bebé de la vecina es o no normal, ¿será que lo maltratan?... PEOR que si es o no normal que el llanto de su bebé me despierte a las tres de la mañana cuando mi chavo ni se ha enterado de que hay un bebé nuevo en el edificio. Porque no es como que el niño grita terriblemente y despierta a todos los vecinos, es más, está en un cuarto distinto, pero todas las noches lo escucho y la verdad eso me frikea aaaaaaaaños. Me despierta la lluvia, me despierta mi cerebro que no se apaga, pero que pierde el hilo nada más piensa en algo, estoy en los impuestos, de ahí paso al banco y otra vez llego al punto de que me urge ir al dentista... TODO EN MEDIO SEGUNDO, joder, no me puedo seguir el paso.

Y sí, también estoy alterada, en más de un sentido. Ya no sólo es el gobierno (eso no es de hormonas, es de dignidad), sino también la gente, los bebés, los perros, los semáforos, mi suéter, vaya, que no me peleo conmigo a gritos por obra del "señor", lo hago internamente, pero así al menos nadie se entera. Porque ahora sí que me he peleado con todo el mundo. Y habrá quien piense que es normal, pero con total honestidad, aunque me enojo mucho, generalmente me guardo bastante. Más en contextos en los que NO es apropiado pelearse o bien si ni siquiera tengo una razón para pelearme.

¿A los gritos con alguien de trabajo? Uy, claro, pero me tienen que hacer encabronar para que me suelte y ahora se me sale con una facilidad... Y es que sí, ando de sincerota, sin pelos en la lengua, cosa que por un lado, buenísimo, es más, para muchos harto cagado, porque cuando me enojo escribo y cuando escribo enojada me leo muy chistosa, pero a ver aguántenme diario... En voz alta, en voz baja, por teléfono, por mail... sí... mi chavo luego parece un santo, aunque quienes lo conozcan sabrán que no lo es... ejem, ejem...

Y todo esto porque me paré hace dos horas y llevo una semana intentando escribir una crónica cortita y nada... No me sale... estoy constipada, estreñida, ahora sí que como dice la Laura Flores, me hace falta una depuración antes de que todo se eche a perder dentro. Y sí, la verdad me parece repulsivo ese comercial y a lo último que me incita es a comprar el pinche yogurt Activia que además ni sirve pa dos varos...

La otra parte de la hormona mejor ni comentarla pasa uno unas penas, unos sonrojes, unos calores... Pero si hasta parece que estoy menopáusica. Y es que de verdad, quien no ha vivido esto no lo puede entender... Digo, yo antes sí me sentía hormonal a veces, una vez cada tanto, un poquito hormonal, me salían un par de lágrimas, qué se yo... No esta cosa incontenible, no el berrido absoluto mientras caminas bajo la lluvia en Patriotismo para después sentir una ira imparable contra el poli que se te queda viendo y después bailar con el paraguas porque "qué bonita es la ciudad". No, a ver... hay cosas que uno puede soportar y otras que no, es como si le dan un beso a uno y se chorrea un hilo de baba por la barbilla, en buen plan, por mejor que me caiga el tipo eso ya no es sensual, es asqueroso. Las mamás me la mentarán, pero a mí hasta la baba de los bebés me parece un líquido bastante repugnante, ni hablar de la mía, ¿no?

(Abrimos el paréntesis para hacer notar, ya en lectura que no sé de qué estoy hablando, así es mi cerebro, se va... se va... se FUEEEEEEEEEE, cerramos el paréntesis).

Bueno, todo esto para ver si así se me suelta la tecleadiza de mi crónica que ya tengo que entregar y también claro para ofrecer algún tipo de disculpa, en especial a los hombres, porque qué de encontronazos que he tenido con ellos en las últimas dos semanas... Y Valen, sí, Valen, me agarraste en la hora del llanto, manita, desperté hoy más lúcida y nuestra conversación me pareció salida de Marte...

Digo, esto no le quita el peso a mis palabras, eh, aguas, sólo modifica un poco el tono... A los de Rigo, chavos, sí pienso esas cosas, no hay manera de no pensarlas, la verdad sí pienso a veces que estamos en el hoyo, aunque los quiero a todos, con todo y que algunos desaprueben mis temáticas e intereses en la vida, al final yo sólo soy una albañil de las palabras, entiendo que los arquitectos me vean con malos ojos, jeje

Y sí, la verdad sí pienso que el gobierno nos está atorando de lo lindo y me desquicia que a todo el mundo le valga madres, pero Maco, querida, no quería yo ofenderte con mi posición de renegada, si lo hice, una disculpa... Lo mismo a nuestras compañeras de cine el otro día, porque ahora que pienso cómo llegué, entiendo la cara que traían... Y yo tan fresca comentando al muchachito... uffff, qué muchachito...

O Gaby, querida... qué te digo, no me aguanto ni yo... Por eso me encierro en mi casa y busco eliminar todo contacto con el exterior...

En fin, el caso es que ya me hice mis análisis y mañana me los dan, así que la semana que viene sabré al fin qué es lo que me pasa, si tiene solución o si pasaré el resto de mis días en un high hormonal, perdiendo amistades y trabajos, porque como estamos no me puedo concentrar... Y lo que más me duele es que hoy quería ver lo de Pessoa, pero como no puedo escribir, como no puedo nada, pues me chingo y me quedo en casa...


Sí... estoy algo acelerada... Si no mencioné su nombre, pero los he taggeado, nada más es porque probablemente me compartieron algo y mi sensibilidad de niña hormona no me permitió apreciarlo de la forma correcta o porque quizá dije algo medio raro... en fin...

A ti que todo lo llenas...

La primera vez que nos vimos, yo era otra. Era creyente de chispas y máquinas de escribir parlantes; de poemas de parasoles y aventuras de gigantes. Medía, quizá, poco más de un metro y mi actividad favorita era siempre imaginar que estaba en otro tiempo.

Ya desde entonces sabía, aunque de forma instintiva, que de tu hechizo era imposible salvarse. Me quedó claro, desde el principio, que eras una hechicera poderosa y que tu alquimia no sólo era de temerse, sino de esperarse.

Nuestro primer gran encuentro corrió a cargo de Michael Ende. Aunque nos habíamos visto antes, no fue sino a hasta ese momento que comprendí cabalmente lo que significaba tenerte. Tendría yo ocho años, como mucho, y lograste enamorarme apasionada con las páginas de La historia interminable. Nos tocábamos hasta altas horas de la noche, en las que yo, labios palabra, silenciosamente recitaba cada una de tus frases, mientras me acariciabas suave con tu papel y me dejabas sedienta de un párrafo más, una línea más, una palabra.

De ahí en adelante nunca pude dejarte. Me convertí en una adicta que para todo quería buscarte. Te perseguí por los rincones de la casa, en los altos estantes, en los libreros fraternos, en las ferias, en las calles. Toda letra era una clave de tu paradero y yo no detendría mi ardua búsqueda hasta encontrarte.

Te integré a mí en los poemas de Benedetti, inmóvil al borde del camino, con la página suelta de No te salves en mano; te incorporé amor cuando Sabines supuso mejor; te aprendí soneto con Sor Juana; y quise escribirte voladora cuando Neruda me dijo al oído que para tu libertad bastaban mis alas.


Me hiciste mujer con Vilariño cuando desde el pozo asfixiante del recuerdo decidí llamarlo; te intenté asir en Aura y amar en Rayuela; te conocí adolescente en Kundera e ilustrada en la piel de Bradbury; campo mexicano en Rulfo y profunda ceguera en Saramago.

Lo nuestro era literario, un romance estético y poderoso que debía ser cronicado. Si te escondías, yo daba con tu esencia entre mis dedos cuando, pluma en mano, te buscaba en cartas y cuadernos. Recuerdo nuestro primer intento mecánico, cuando con la Olivetti de tecla durísima, te quise conquistar con historias de terror y poemas románticos; cuando te miré a los ojos y decidida tomé el camino de la palabra.

Entonces no me había dado cuenta del influjo de tu presencia en mis actos, te creía elección y no sino; sustantivo y no verbo continuo. Sabía que quería entenderte, saberte de otra forma, explorar tus encantos con ojos y labios, recorrerte completa y hacerte parte de mi cotidiano.

Por eso te dediqué cuatro años. Por eso decidí hacer todo a un lado y dejar que me hechizaras con el Polifemo; que me enseñaras a ser erótica con San Juan y me convencieras con las palabras de Diego de San Pedro. Dejé que me hundieras en el abismo de Beckett, que me mostraras el fracaso en Cervantes, que me hicieras llorar con Manrique, que me dieras dolor de espalda con Amalia y La Araucana, me enloquecieras con Aurelia y me hicieras creer inteligente con la teoría literaria.

Te permití enseñarme cómo es la vida y cómo es necesario sufrir para vivirla. Y tuve miedo de ti, de mí y de lo que haría. Inocente pensé que sin ti sobreviviría. Ilusa mocosa, te dejé en los fríos salones, en los pasillos olor de libros, en los escondites, los lugares. Pensé que sólo eso te pertenecía, unos años, unos cuentos tontos, un par de amores cruzados y por eso sufrí aún más al verte desaparecida y yo necesitada de tenerte entre mis brazos.

Te busqué en Murakami, te reencontré en Pessoa, dejé que me hicieras vibrar nuevamente con Auster y pensé comprenderte con Baricco. Te tomé entre mis dedos y te hice mía: te ejercité a diario y en mis diarios, te practiqué en mala poesía. Te falté al respeto, pero volví a confiarte, y te dejé guiarme en mi día a día.

Y después de cuadernos y cuadernos, de páginas, tapas, de miles de capítulos, me di cuenta de que es por ti que soy quien he sido. Que recae en ti mi forma y contenido, mi intensidad tragedia, mi amor griego, mi pena romántica.

No quiero reclamarte nada. No estoy arrepentida ni concibo la vida sin tu especial mirada, pero es que, Literatura, me has jugado una mala pasada. Te mostraste inofensiva y eres droga malsana. Me has hecho vivir de vértigos, buscar los picos, encerrarme en círculos viciosos llenos de masoquismo.

Por ti soy una insatisfecha crónica, que siempre necesita más para sentirse viva. Porque tú me enseñaste que el amor es palabra y el sexo página; tú me mostraste que es mejor sufrir que no sentir nada; tú, soberana maestra, me hiciste pensar que letra es terapia.

Por ti he perdido amistades (ninguna que valiera tanto), he terminado relaciones (o debiera decir, me han terminado) y he saltado de sitio en sitio buscando mi espacio. Porque no soy sin ti y no soy para los otros. Porque nadie entiende que eres tú la que desgarras, la que deshaces y haces a tu antojo, la que me enseñó el otro lado de mi ficción. Porque para otros tus obras son eso, obras, mientras para mí no son otra cosa que hecho absoluto, única verdad, irremediable conjuro.

Sí, temo que por ti me quedaré sola al final. Temo que por culpa de tus moralejas no pueda nunca encajar en un mundo que me considera por demás intensa. Temo que por los años que te he dedicado la vida nunca me sabrá por completo y temo también que ya sea demasiado tarde, pero lo es.

No concibo dejarte de lado. Creo que a estas alturas no puedo ayudarme a superarte sino es con tu ayuda, contigo a mi lado, porque sólo con literatura logro salir del abismo. Sólo contigo puedo dejar mis tristezas, aprovecharlas, entenderlas; sólo contigo disfruto la euforia, valoro el amor, añoro la gloria. Sólo contigo, a mi lado, sobrevivo al cotidiano, aunque en realidad sea por ti que sufro tanto.


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Para ustedes, colegas, que seguramente sufren también de esta relación intensa que nos ha hecho unos inadaptados deformes que piensan que sólo lo que es "literario" vale la pena... Jajajaja :)

Aclarando...

Hace mucho que no escribía aquí... Y es que la verdad, como que no me acostumbro... Me siento expuesta, vulnerable, rara de gritarle lo que pienso al mundo. Por eso no le digo a nadie de esto, por eso escribo y lo guardo en mi compu o en mi cuaderno... Pero luego hoy decidí que mejor no... Así que de madrazo van varias cosas que he escrito y que creo que me gustaría compartir (y si en realidad no, pues más vale que me acostumbre).

Así que de madrazo, aquí vamos...