2/24/2011

La línea muerta

Ayer comprobé que no he terminado mi tesis porque no he querido. El síndrome del deadline me tiene tan aprisionada que, como no tengo un deadline, lo dejo estar. Atiendo lo urgente y no lo importante. Me preocupo en vez de ocuparme.

Aniversarios e liuminaciones

Hace un año emprendí un viaje. Ahora, sin moverme, emprendo otro distinto. Decía llena de sabiduría la maestra Lupita D'Alessio: hoy voy a cambiar. Seguiré su ejemplo.

2/15/2011

Destino



Bonita, ¿te leo la mano? Anda, anímate, repitió la anciana mientras me quitaba los audífonos. ¿Perdón?, dije despistada. Déjame leer tu destino, contestó ella mientras me sujetaba el brazo. Me zafé de su agarre y seguí mi camino.

¿Cómo podría leer mi destino? Tendría que estar escrito y estaba segura de que lo iba escribiendo yo con cada paso.

Subí los decibeles a los Buzzcocks y caminé por Tlalpan hasta Xola. En un garage me detuvo una mujer baja, de unos 70 años. Me quité los audífonos y le pregunté que qué me estaba diciendo. Sólo atiné a entender “destino” entre las palabras masticadas por su dentadura postiza. ¿Qué?, le dije. No tiene importancia, contestó con vigor, ya no tiene importancia, es demasiado tarde.

Seguí de largo y cuando iba a entrar a la estación de metro me empujó otra mujer. Levanté la cara, con ojos de navaja por la molestia, con ganas de cortarla de una mirada y entonces vi que ella era yo. Su cuerpo todavía me envolvía y tras un instante de total estupefacción, sentí un filo que salía de su chamarra, penetrándome justo en la boca del estómago. Me abrazó mientras caía. Era ella la de los ojos de navaja, era ella la que me cortaba con su mirada.

El dolor me embargó un segundo, después vino el miedo. No me tembló la mano para lastimarme a mí misma, ¿qué me había pasado? Me dejó en el piso y siguió su camino, sin compasión alguna, con los audífonos puestos, ensordeciéndose con los Buzzcocks como lo había hecho yo hacía solo un momento.