11/15/2010

Carta a un joven escritor



Tienes la frescura de los 21 y las lecturas de un devorador de universos; los conocimientos de un viejo y dientes de leche de un atractivo inquietante. Tienes el talento de Molière y las actitudes de un niño pequeño; un entusiasmo casi bobo, pero, al mismo tiempo, encantador. Tenerte cerca me provoca una risa estúpida, sonrojada, muy sandía, como la carcajada de Tablada; y a la vez un desasosiego profundo, muy cabrón, irremediable anuncio del temido ataque de ansiedad tan amigo mío desde los 15 años.

Me das una alegría extraña; me despiertas una añoranza por la novedad; una sed de beberme el mundo a tragos, que sólo tu juventud me puede dar. Lo sé, vas a decir que siete años no es tanto, que siempre has andado con chavas más grandes, que está increíble, que da igual. Y aunque tienes razón (siete años no es tanto) he vivido cosas que tú no podrías entender a tu edad. Y sé que piensas que te subestimo, por un prejuicio, pero no es en sí que tengas 21, es que hay cosas en la vida que te rompen, que te dejan mal.

Y no quiero lastimarte (eres así de luminoso como para aguantarme), pero sé que si seguimos por este camino, más temprano que tarde, sentirás la daga punzante del rechazo y no la podrás olvidar. No quiero cargar con eso, no quiero que esto termine mal.

Tú mereces amores épicos, llenos de escenas literarias, de misteriosos encuentros en una calle del Centro, de noches interminables vagabundeando por la ciudad. Amores intensos, acelerados, de ligeros arcoiris e infinito brillo; romances que piensas infinitos, con un futuro expansivo, capaz de todo eso y más.

Y yo ya estoy traqueteada, pisoteada y sin un gramo de confianza. Yo busco cosas prácticas, sencillas, desilusionadas de sí mismas, de fácil digestión, sin muchas calorías. Cosas que no me pidan mucho, que no me aceleren el corazón demasiado, que no me quiten tiempo, cosas desechables que no humedezcan mis ojos, que no me exalten ni me hagan sentir viva de más.

No, no quiero que te alejes, me causas adicción, me iluminas los días, de un modo muy especial. Sólo quiero que entiendas, que es mejor ser amigos, dejarlo en ese lindo sentimiento, en una dimensión puramente platónica, de tácito acuerdo. Porque tu corazón no aguantará mi dureza y tus felices balas terminarán por desangrarme y haremos literatura, sí, pero de corte lacerante, amarga, dolida, autodestructiva. Y desaparecerás de mi vida, me guardarás rencor, perderemos del todo la luz de esta alegría tan inocente y grata que nos da la compañía; y no podré con la culpa, pues de antemano sé que no funcionará, que será de lo peor. No dejemos que eso ocurra. Quizá con el tiempo las cosas cambien, ya se verá… pero hasta entonces, espero puedas conformarte con esta idílica amistad.

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