10/18/2010

Llorar las horas





Ayer, sin razón aparente, me solté a llorar justo cuando me acosté en la cama. Llorar las horas, Analía; llorar las horas, me decía.

Terrible contradicción ésta: todo el tiempo tengo prisa; me hace falta tiempo, todo el tiempo. Pero a veces, como ayer, como algunos otros días, quisiera que las horas se me fueran de las manos líquidas. Llorarlas todas, llegar al viernes con velocidad acuática, terminarme las semanas en lágrimas, alcanzar diciembre rápidamente por medio de mi llanto; dejar salir eso que oprime mi pecho, que no localizo, que no entiendo; dejar que se escape de mí como huye, ágil, el agua de las manos.

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