3/19/2010

Mis recuerdos de Montevideo




Hace 18 años yo vivía en Uruguay. Montevideo, la ciudad; Plácido Ellauri, la calle. Ayer caminé hasta esa casa en la que pasé un año de mi vida. Ha estado muy cerca todo este tiempo, pero la verdad que no me había animado a ir a verla.

Mis recuerdos montevideanos me provocan sentimientos encontrados, bien dicen los Rolling, "Mixed Emotions"... Tenía que llorar muchas cosas que perdí y entender muchas cosas que viví antes de animarme a enfrentarlos.

No sabía el número, no lo recordaba, pero pensé que cuando la viera sabría qué casa era. Han pasado 18 años y está algo cambiada, me costó reconocerla, pero... No es para nada como la recordaba, de entrada, según yo, tenía el doble de tamaño.

La puerta del garage, la de madera (porque la reja es una adquisición de los inquilinos posteriores), la recuerdo inmensa; y la ventana, que se observa junto a la terracita, era la que correspondía a mi habitación, mi entrada al mundo, según yo.

En esa época me encantaba el disco de Juan Luis Guerra y su 4.40 que traía la de "Burbujas de Amor". Ésa no era mi canción favorita, a mí me gustaban "Como abeja al panal", "Carta de Amor" y "La Bilirrubina". En ese cuarto, las mañanas de los sábados jugaba a que era una mesera y me tocaba abrir el restaurante. Entonces "dejaba entrar el sol" (concepto infantil y cursi, pero que me sigue gustando) por ventana, ponía a Juan Luis Guerra y empezaba a cantar y "limpiar" de lo más campechana.

Ahora que lo escribí me dio un poco de pena... jajaja, pero era una niña, ustedes comprenderán. Bueno, ése es mi recuerdo más nítido de esa casa, después conservo otro, de cuando murió Freddy Mercury o cuando le hicieron uno de los primeros homenajes.

Mi madre, mi hermano y yo estábamos en la cocina cenando y viendo el show en la televisión (todos erámos refans del Mercury). Y debo decirles que mi recuerdo es como de una miniatura de personita sentada en una silla gigantesca que estaba enmedio de un inmenso salón. Básicamente, aunque no estaba tan chica, recuerdo que me impresionaba mucho el tamaño de esa cocina. El recuerdo del recuerdo, algunos dirían...

Teníamos un perro y una barbacoa. Mi hermano cargaba consigo su enorme colección de latas de cerveza y refresco, mi madre me ponía madreselva en el cuello, para espantar los pijos, antes de ir a la escuela...

En realidad no puedo asegurar la precisión o certeza de estas imágenes; no sé si son del todo verídicas, ni qué tanto se apeguen a lo que de verdad ocurrió, pero son mis recuerdos y me tienen sonriente, con la emoción a flor de piel al verlos tan claramente retados por la realidad, al saber que, al menos, por un instante, puedo volver a jugar a ser quitita, sentirme pequeñita y retar la percepción...

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